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De la Tierra a los Datos

Mi Camino en la Agricultura Digital

Recuerdo una mañana fría de invierno, cuando tenía unos ocho años. Acompañaba a mi papá en su recorrido por el campo, envuelto en una manta de lana gruesa para protegerme del frío cortante.

Caminábamos entre los cultivos, observando cómo la escarcha se derretía lentamente bajo los primeros rayos del sol.

Infancia en el campo

Crecí cerca de Frutillar, en la hermosa décima región de Chile. Mi papá era agricultor, y cada domingo por la mañana salíamos juntos a recorrer el campo.

Para mí, esas caminatas no eran solo un paseo; eran verdaderas expediciones donde aprendía sobre la tierra, los cultivos y lo importante que es fijarse en cada detalle para que todo funcione bien.

Siempre nos acompañaban nuestros perros, corriendo felices a nuestro alrededor, mientras avanzábamos por terrenos que parecían no tener fin.

Desde pequeño, mi papá me enseñó algo clave: el agricultor toma decisiones todos los días, y para hacerlo bien, primero hay que entender qué está pasando. Sin un buen diagnóstico, cualquier esfuerzo puede ser en vano.

Aprendí a observar la alfalfa, el maíz, los árboles frutales, el suelo y hasta los cambios en el clima.

Recuerdo cuando mi papá me pedía que tocara un árbol y le dijera cómo lo sentía. Aprender a "leer" la textura y la corteza fue mi primera lección de recolección y análisis de datos, aunque en ese momento no lo sabía.

A veces, nos tocaban esas mañanas lluviosas típicas del sur de Chile, con un frío que se metía hasta los huesos. Cuando la lluvia era demasiada, nos refugiábamos bajo los árboles, esperando a que amainara, como quien hace una pausa en la vida para seguir adelante. Recuerdo el olor de la tierra después de la lluvia y el sonido de las bandurrias.

Transición hacia la tecnología

A pesar de mi amor por el campo, mi papá tenía claro que no quería que nos quedáramos allí. Sabía que la agricultura era dura y no siempre daba lo suficiente. Su sueño era que nos convirtiéramos en profesionales, que tuviéramos más oportunidades de las que él tuvo.

Nos motivaba a estudiar en la universidad, a prepararnos para un futuro donde no dependiéramos del clima.

Aunque entendía su preocupación, para mí el campo era mucho más que trabajo; era aprendizaje, conexión y una forma de vida que me costaba imaginar lejos, como las raíces de un árbol que no quiere soltar la tierra.

Con el tiempo, y a medida que mi papá fue perdiendo la salud, nuestras recorridos se hicieron más cortos.

Después fueron en camioneta, y nos limitábamos a zonas cerca de los caminos principales.

Pero aunque el método cambió, el objetivo era el mismo: conocer el estado de los cultivos para tomar buenas decisiones.

Al final, los esfuerzos de mi papá dieron frutos. Luego de dos años de fracasos, logré estudiar Ingeniería Civil en Informática en la Universidad Austral de Valdivia y, unos años más tarde, me fui a trabajar a Santiago, lejos del campo.

Innovación en la agricultura

Hace un tiempo, me ofrecieron comprar una empresa de drones, pero decidí no hacerlo. Tenían equipos impresionantes, con gran autonomía y cámaras multiespectrales.

Al principio me entusiasmó, pero luego me di cuenta de que esta tecnología sola no era suficiente.

¿Para qué querría un agricultor estar volando un dron todos los días y acumulando videos que no tendría tiempo de analizar?

Sentía que era como tener un reloj sin manecillas: datos sin sentido.

Ahí fue cuando empecé a investigar plataformas de imágenes satelitales. Primero con Landsat, luego con los satélites Sentinel de la comunidad europea, hasta que en 2021 encontré una plataforma que ofrecía imágenes diarias con una resolución de tres metros por píxel.

Era un gran avance, pero rápidamente me di cuenta de que solo ver los matices de verde en una parcela no era suficiente. ¿Qué significa cada valor del píxel? ¿Está bien o mal? ¿Podría estar mejor? Sentía que seguía buscando respuestas, como quien busca una aguja en un pajar.

El verdadero reto no solo era obtener imágenes satelitales de alta resolución, sino traducirlas en información práctica para los agricultores, facilitándoles la toma de decisiones en tiempo real.

Hoy, esos aprendizajes de mi infancia siguen siendo el pilar de mi trabajo. Entiendo que en la agricultura, como en la vida, el éxito depende de observar con atención y de adaptarse, como un árbol que se dobla con el viento pero no se quiebra.

Presente y visión futura

Ahora, con mi empresa, ViLab, estamos trabajando junto a varias empresas agrícolas, haciendo investigación y desarrollo aplicado para mejorar la calibración de modelos y seguir innovando.

De aquellas caminatas con mi padre a la agricultura digital de hoy, he aprendido que la clave sigue siendo la misma: observar, diagnosticar y adaptarse.

En ViLab, trabajamos para que los agricultores tomen decisiones informadas con la ayuda de la tecnología, sin perder la conexión con la tierra.

Un Abrazo, Christian Hagedorn

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Este correo ha sido preparado por el Equipo de ViLab | www.vilab.cl