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Mejoramiento genético y calidad de semillas
claves para la seguridad alimentaria y la competitividad de Chile
En Melipilla, cada invierno miles de almácigos de zanahoria son trasplantados a campo abierto. Allí comienza un proceso silencioso pero decisivo: sincronizar la floración de plantas hembras y machos para garantizar una polinización efectiva.

Para una empresa productora de semillas, este momento no es solo una etapa del ciclo agrícola. Es el inicio de un compromiso con compañías semilleras internacionales, que confían en que cada hectárea entregue semillas de la más alta calidad, con vigor, pureza genética y sanidad certificada.
En un mercado donde cada contrato se gana y se pierde por resultados, la capacidad de producir semillas que cumplan con exigencias globales es lo que define la competitividad de estas empresas.
La actividad semillera es uno de los motores silenciosos más relevantes de la agricultura moderna. Sin ella, difícilmente podríamos enfrentar el desafío de alimentar a una población que se proyecta superará los 10.000 millones de personas hacia 2060.
Mejoramiento genético de cultivos: el motor de la productividad
El aumento en la productividad agrícola en las últimas décadas no provino de expandir la superficie cultivada –que de hecho ha disminuido–, sino de incrementar los rendimientos por hectárea. Y aquí, el mejoramiento genético y la calidad de la semilla han sido protagonistas.
Desde la domesticación temprana de cultivos hasta la agricultura de precisión actual, el ser humano ha seleccionado plantas con características útiles: frutos más grandes, mejor sabor, semillas de germinación uniforme.
Con el tiempo, esa selección empírica se transformó en disciplina científica: el mejoramiento genético de plantas, definido como el arte y ciencia de modificar la herencia para obtener cultivares superiores.
En trigo, arroz y maíz, se estima que cerca del 50% del aumento de rendimientos de las últimas décadas proviene de este proceso. El desarrollo de híbridos fue un punto de inflexión, liberando el potencial del vigor híbrido (heterosis) y consolidando un modelo de negocio sostenible para la industria semillera.
La actividad semillera en Chile
En 2024, el sector semillero chileno exportó US$ 400 millones en semillas, consolidándose como actor clave a nivel global, especialmente en el hemisferio sur.
Si recorremos de norte a sur, podemos ver cómo el territorio nacional se ha convertido en un polo estratégico de producción de semillas:
Melipilla (Región Metropolitana): la producción de zanahoria para semilla es clave. Primero se siembran en verano las líneas madre (hembras) y las líneas padre (machos), que generan los almácigos; estos se trasplantan en invierno a los campos para luego inducir floración.
Chimbarongo (Región de O’Higgins): se concentran los semilleros de brásicas en invierno, como bunching onion, coliflor y repollo. Estos cultivos requieren estrictos manejos para mantener la pureza varietal.
Ñuble y Biobío: destacan los semilleros de maíz, canola, girasol y leguminosas, donde la variabilidad climática es un factor crítico. Aquí los atributos de vigor son determinantes: la capacidad de germinar de forma rápida y uniforme en primaveras frías define si un cultivo logra establecerse con éxito.
Atributos de calidad en semillas
El valor de una semilla no se explica únicamente por la genética. La semilla debe demostrar un conjunto de atributos de calidad, que se agrupan en tres grandes categorías:

1. Potencial fisiológico
Viabilidad: capacidad básica de estar viva.
Germinación estándar: porcentaje de semillas capaces de originar plántulas normales en condiciones óptimas de laboratorio.
Vigor: mide la rapidez y uniformidad con que germinan y emergen las plántulas bajo un rango amplio de condiciones, incluyendo situaciones de estrés (frío, humedad, compactación).
👉 Aquí está la diferencia clave: un lote con 90% de germinación en laboratorio puede fallar en campo si las condiciones no son ideales. El vigor, en cambio, permite anticipar cómo se comportará la semilla en la realidad.
Pruebas de vigor utilizadas en la industria:
Prueba de frío (Cold Test): usada en maíz, simula condiciones adversas al inicio de la temporada.
Conductividad eléctrica: mide pérdidas de membrana en leguminosas como soya o porotos.
Envejecimiento acelerado: expone semillas a altas temperaturas y humedad para predecir su longevidad y vigor residual.

Estas pruebas permiten diferenciar lotes de semillas que, aun teniendo igual germinación estándar, muestran comportamientos muy distintos en campo.
2. Pureza
Física: ausencia de impurezas (semillas de otras especies, restos de cosecha).
Genética: conservación de la identidad varietal.
3. Sanidad
Ausencia de patógenos transmisibles que puedan reducir el rendimiento o limitar la comercialización.
El mercado internacional no solo exige que la semilla germine, sino que lo haga de forma rápida y uniforme. Esa uniformidad facilita el cumplimiento contractual y simplifica el manejo de la cadena productiva.
De la biología al manejo
El vigor de la semilla no surge al azar: se forma durante su desarrollo en la planta madre, alcanzando su máximo en la madurez fisiológica.
Factores como la nutrición del cultivo, el estrés hídrico, la polinización efectiva y el momento de cosecha influyen directamente en la calidad final. Posteriormente, el almacenamiento y manejo poscosecha determinarán cuánto tiempo esa calidad se conserva.
De la semilla al campo con ViLab
El valor genético y fisiológico de una semilla es el punto de partida, pero su verdadero potencial depende de cómo se exprese en el campo.
En ViLab trabajamos justamente en esa etapa, cerrando la brecha entre lo que promete la genética y lo que finalmente se logra en la producción agrícola:
📡 Monitoreo satelital: vigor, nutrición y uniformidad de riego, priorizando visitas técnicas.
🌦️ Datos climáticos localizados: frío acumulado, grados día, precipitaciones y riego.
📊 Modelos predictivos de rendimiento: planificación precisa y respaldo con evidencia frente a clientes internacionales.

En un lote de maíz para semilla en Ñuble, la semilla tenía alto vigor. Sin embargo, una falla en el riego redujo la uniformidad del cultivo. Gracias al monitoreo satelital de ViLab, el problema se detectó a tiempo, evitando una pérdida estimada de hasta un 15% en la producción final de semilla certificada.
Así, lo que comienza en los semilleros de Melipilla, Chimbarongo, Maule o Ñuble, encuentra continuidad en herramientas digitales que aseguran que cada semilla cumpla su promesa en el campo y que cada contrato pueda cumplirse con datos que respalden la producción.
Conclusión: cada semilla como una promesa validada
El futuro de las empresas productoras de semillas no depende solo de genética avanzada, sino de su capacidad para demostrar con datos objetivos y trazables que cada hectárea rinde al máximo.
En ViLab apoyamos ese proceso con monitoreo satelital, datos climáticos y modelos predictivos que aseguran que cada contrato se cumpla y cada semilla sea una promesa validada.
👉 Si trabajas en producción de semillas y quieres probar ViLab esta temporada, conversemos.
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